El rol del docente es observar y escuchar al alumnado, dejar equivocarse, pensar, opinar, descubrir, tomar la iniciativa, acompañarlo y guiarlo de una forma respetuosa. A través de todo esto, la educadora conocerá a cada uno de los niños o niñas, su ritmo, lo que le gusta y lo que no, sus hábitos, costumbres, actitudes, etc., para adecuar los espacios y materiales a su manera de ser y de hacer, poder detectar algún problema o carencia, así como, ver y comprender el estilo de aprendizaje y los procesos de desarrollo.
Nuestras observaciones siempre serán documentadas (escritos, vídeos, fotografías) permitiéndonos revisar, reflexionar y llevar un seguimiento continuo de cada aprendizaje y evolución de nuestros niños y niñas, así como de nuestras propias actuaciones, y de esta forma, poder meditar sobre ellas y realizar propuestas de mejora.
Nos basaremos en una intervención indirecta, sustentándola en la confianza hacia las capacidades de los niños y niñas. Nos mantendremos presentes desde una distancia amorosa y afectiva, interviniendo sólo si es necesario. Pikler llamó a la no intervención “el método indirecto de apoyo a la actitud correcta”, por otro lado, también tendremos en cuenta la intervención directa, en circunstancias muy concretas de dificultad.